Autonomía estratégica industrial: producir hoy para decidir el mañana
La autonomía estratégica industrial se ha convertido en uno de los grandes retos —y oportunidades— de la industria española en el siglo XXI. En un contexto global marcado por tensiones geopolíticas, disrupciones en las cadenas de suministro y una creciente competencia tecnológica, reforzar la capacidad industrial propia ya no es solo una aspiración: es una necesidad estratégica.
Hablar de autonomía estratégica industrial no significa aislamiento ni proteccionismo. Significa capacidad de decisión. Significa contar con un tejido productivo sólido, innovador y resiliente, capaz de garantizar el suministro de bienes esenciales, sostener el empleo industrial y competir en igualdad de condiciones en los mercados internacionales.
La octava edición del Congreso Nacional de Industria, que se celebrará los días 4 y 5 de febrero de 2026 en Bilbao, abordará este reto bajo el lema que vertebra el encuentro: «Lo bien hecho nos define», una afirmación que conecta directamente con la necesidad de construir una industria robusta, competitiva y preparada para el futuro.
Autonomía estratégica industrial: de concepto a realidad
La autonomía estratégica industrial hace referencia a la capacidad de un país para reducir dependencias críticas externas en ámbitos industriales clave, asegurando el acceso a materias primas, tecnología, energía y capacidades productivas esenciales.
En los últimos años, episodios como la pandemia, la crisis energética o las tensiones comerciales internacionales han evidenciado la vulnerabilidad de modelos excesivamente dependientes del exterior. La respuesta no es cerrar mercados, sino reforzar el tejido industrial propio, diversificar proveedores y fortalecer cadenas de valor internas y europeas.
En este sentido, la autonomía estratégica industrial es una condición necesaria para una industria competitiva, innovadora y sostenible a largo plazo.
Sectores industriales clave para la autonomía estratégica
España cuenta con capacidades industriales relevantes en sectores considerados estratégicos para su autonomía industrial. Entre ellos:
- Máquina-herramienta y fabricación avanzada: España cuenta con empresas altamente especializadas, especialmente en el norte del país, que suministran tecnología clave a industrias de todo el mundo. Fortalecer este sector es asegurar la base productiva del resto de la economía.
Empresas como Danobatgroup o Ibarmia son ejemplos claros de cómo la especialización técnica permite a España liderar nichos globales. Estas compañías no solo fabrican maquinaria; diseñan las soluciones de producción que permiten a otras industrias ser autónomas, exportando tecnología puntera desde el clúster de fabricación avanzada del País Vasco.
- Automoción: segundo productor de vehículos en Europa, España afronta el reto de la electrificación, la digitalización y la reconfiguración de las cadenas de suministro. Mantener la competitividad exige inversión, innovación y capacidad industrial local.
El ecosistema de automoción español está en plena transformación. Mientras que grupos como Gestamp o Antolin son referentes mundiales en componentes con una fuerte huella de innovación local, proyectos de futuro como la gigafactoría de PowerCo (Grupo Volkswagen) en Sagunto o la apuesta de Renault por sus centros de I+D+i en España, son pilares fundamentales para asegurar que la cadena de valor del vehículo eléctrico se quede en suelo europeo.
Esta capacidad innovadora se materializa en una red de centros neurálgicos que garantizan nuestra autonomía productiva: desde las plantas de Valladolid y Palencia (Renault), Martorell y Landaben (Seat/Grupo Volkswagen), Vigo y Figueruelas (Stellantis: Peugeot, Citroën, Opel, Fiat y marcas colaboradoras como Toyota o Leapmotor) o Almussafes (Ford), hasta la factoría de Mercedes-Benz en Vitoria. Esta última, por su peso en el tejido industrial vasco, representa fielmente esa combinación de eficiencia y flexibilidad que ha convertido a España en el segundo productor de vehículos de Europa, consolidando un modelo industrial robusto y preparado para los retos de la nueva movilidad.
- Semiconductores: el desarrollo del ecosistema de microchips es esencial para la soberanía tecnológica. El impulso del PERTE Chip responde a esta necesidad estratégica, con el objetivo de atraer proyectos industriales y talento altamente cualificado.
La autonomía estratégica pasa inevitablemente por los microchips. Iniciativas como el diseño de arquitecturas abiertas de Open Chip o el papel de empresas como Indra en sistemas electrónicos avanzados, demuestran que España tiene el talento necesario. Además, la llegada de centros de diseño de gigantes como Broadcom o Cisco refuerza nuestra posición en el mapa global de los semiconductores.
- Energía y sectores electrointensivos: garantizar suministro energético competitivo y sostenible es condición indispensable para una industria fuerte. La transición energética debe ir acompañada de medidas que refuercen la competitividad industrial.
No hay autonomía industrial sin energía competitiva. Líderes energéticos como Iberdrola o Naturgy están traccionando la expansión de la potencia renovable, que ya representa el grueso del mix eléctrico nacional.
Por su parte, la transformación de compañías como Repsol resulta clave para la soberanía energética; su apuesta por convertir refinerías en centros multienergéticos y su liderazgo en la producción a gran escala de combustibles 100% renovables permiten que sectores de difícil electrificación cuenten con alternativas nacionales sostenibles.
Esta evolución es vital para que industrias electrointensivas —como las plantas de ArcelorMittal en Asturias o Acerinox— puedan descarbonizarse manteniendo su competitividad y garantizando el suministro de materiales básicos producidos en España.
Reducir dependencias en estos ámbitos no solo refuerza la seguridad industrial, sino que genera oportunidades de inversión, innovación y empleo de alto valor añadido.
Inversión, innovación y política industrial
La autonomía estratégica industrial no se construye solo con diagnósticos: requiere inversión sostenida, innovación tecnológica y políticas industriales coherentes.
En este contexto, los fondos europeos y los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) están jugando un papel decisivo. Más de 3.300 millones de euros movilizados para reindustrialización, junto con iniciativas específicas como el PERTE Chip, refuerzan capacidades productivas, atraen talento y fomentan nuevos ecosistemas industriales.
Estas políticas no solo buscan recuperar producción, sino modernizarla, integrando digitalización, sostenibilidad y tecnología avanzada como ejes de competitividad.
La atracción de inversión extranjera directa es otro de los pilares que refuerzan esta soberanía. Un ejemplo reciente y de gran impacto es el proyecto de Diamond Foundry en Trujillo (Cáceres). La construcción de esta planta de diamantes sintéticos para aplicaciones industriales no solo posiciona a Extremadura como un nodo estratégico en la fabricación de materiales avanzados, sino que resulta crítica para la próxima generación de semiconductores. Estos materiales son fundamentales para la disipación térmica en microchips de alta potencia, demostrando que la autonomía estratégica industrial española se construye también atrayendo proyectos que lideran la vanguardia tecnológica mundial.
Industria, resiliencia y empleo de calidad
Una mayor autonomía estratégica industrial tiene un impacto directo en la estabilidad económica y social. La industria genera empleo más estable, cualificado y con menor temporalidad que otros sectores, y contribuye a la cohesión territorial mediante la implantación de plantas y centros productivos en distintas regiones del país.
Además, una industria fuerte es más resiliente frente a crisis externas y actúa como amortiguador económico en contextos de incertidumbre global.
El papel de las pymes en la autonomía estratégica
La autonomía estratégica no se construye solo a través de los grandes nombres; su base reside en la robustez de un tejido empresarial capilar. Según los datos más recientes del informe Cifras PYME de septiembre de 2025, elaborado por la Dirección General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa, las pymes generan más de 11,3 millones de empleos, lo que representa el 61,4% del total del empleo empresarial en España.
En el ámbito industrial, estas compañías no son solo proveedores, sino nodos críticos de innovación y flexibilidad. Las grandes empresas emplean a más de 7,1 millones de personas (el 38,6% de los puestos de trabajo en empresas) y actúan como locomotoras de los PERTE, mientras las pymes garantizan la resiliencia de las cadenas de valor locales, evitando cuellos de botella y asegurando que la soberanía productiva llegue a todo el territorio. Una industria fuerte requiere, por tanto, una simbiosis perfecta: la capacidad tractora de la gran empresa y la agilidad de una mediana empresa altamente tecnificada.
En esa red de pymes altamente especializadas, muchas veces invisibles, se sostiene buena parte de la autonomía estratégica industrial de España: empresas que hacen posible que la gran industria funcione, innove y compita. Ahí también vive “lo bien hecho”.
Un debate clave para el futuro industrial de España
Estos retos y oportunidades estarán muy presentes en la mesa redonda “Autonomía Estratégica Industrial para el Siglo XXI”, que se celebrará en el marco del Congreso Nacional de Industria 2026, el día 5 de febrero de 9:30 a 10:15 horas en el auditorio.
El Congreso se consolida así como el principal espacio de reflexión y diálogo sobre cómo fortalecer la base industrial española, reducir vulnerabilidades y construir una industria preparada para competir en un mundo cada vez más complejo.
Construir hoy la industria del mañana desde lo bien hecho
Hablar de autonomía estratégica industrial es hablar de capacidad real para decidir, de asegurar que el progreso económico no dependa exclusivamente de factores externos y de construir un modelo productivo más resiliente, competitivo y sostenible.
No se trata de cerrarse al mundo, sino de participar en él con fortaleza; no de aislarse, sino de cooperar desde una posición sólida. Una industria capaz de producir, innovar y abastecerse es una industria preparada para afrontar crisis, aprovechar oportunidades y generar bienestar a largo plazo.
Porque la industria no solo fabrica bienes: construye seguridad, competitividad y futuro.
Construye la capacidad de decidir, de resistir y de avanzar.
Y en ese camino, una vez más, «Lo bien hecho nos define».
Inscríbete y participa en el Congreso Nacional de Industria 2026